El sol esta camino al poniente, acercándose cada vez más a la línea del horizonte. Los niños juegan futbol en la plaza que esta frente a la casa, mientras que adentro las señoras revisan los tamales y el champurrado. La niña, con cara de aburrimiento, pregunta que hasta a qué hora se van a ir. La madre se molesta por la falta de respeto de la chiquilla y le manda ir a avisar a los vecinos que ya esta todo listo para comenzar. Cuando la niña se va, las señoras empiezan a platicar de diversos temas (la escuela de los niños, el dinero que no alcanza, la despedida de soltera de la hija de Normita…) en lo que llegan los vecinos; mientras conversan y esperan, una de ellas ha encendido el equipo de sonido y sintoniza La Z.
Pasan los minutos y la casa se va llenando poco a poco. Por encima de la boruca solo se alcanzan a distinguir algunos saludos. Parece que ya no falta nadie, así que la tía de los niños sale a la plaza a decirles que ya se metan a la casa, que ya es hora de rezar; a regañadientes dejan de jugar, pero caminan lentamente a la casa, como para molestar más a la tía. “¡Todos los años es lo mismo con ustedes, de veras!" dice la mujer.
Adentro ya se han congregado frente al pequeño altar que hay en la sala: en una mesita de madera habían colocado dos figuras de san Judas Tadeo: la que mide 30 cm. la compró la señora de la casa cuando su esposo estuvo enfermo, y la de 50 cm. perteneció a su abuelita, quien falleció hace 5 años. Una imagen de la Virgen de Guadalupe colgado en la pared, cuatro veladoras, una en cada esquina de la mesa, y papel china amarillo y verde pegado sobre la mesa, a modo de mantel, complementan el altar.
La tía apaga el radio y el chapo deja su canción a medias. La rezandera hace la señal de la cruz y los demás la imitan. Cinco Padrenuestros y 50 Avemarías: aun faltan las letanías. Los niños ríen y hacen bromas, provocando el disgusto en algunos de los presentes, sobre todo, en las personas mayores. Al parecer, no encuentran gracioso que en vez de decir: “ruega por nosotros”, los niños digan “ruega por los otros”.
Terminan los rezos y los niños corren a continuar su cascarita; adentro empieza la repartición de tamales y champurrado. Se escucha música nuevamente, aunque ahora es Sergio Vega quien ameniza la reunión. El ambiente es festivo, el mismo que se siente en un cumpleaños, solo que aquí la fiesta dura poco: la mayoría de los presentes reciben sus tres tamales y un vaso de champurrado y se van. Solo unos pocos se quedan a cenar ahí. Sin embargo, el aspecto religioso ya no esta presente: “ya te cumplimos, San Juditas”, dice la señora de la casa mientras disfruta de los tamales que tantas horas le llevo prepararlos. Afuera, el sol muestra sus últimos rayos de luz, matizando el cielo de rojo, naranja y morado, antes de ocultarse completamente.
ROSA ELIZABETH GUTIÉRREZ JUÁREZ
5° DE COMUNICACIÓN
jueves, 10 de diciembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario